Tuve un profesor de química y física en un curso de verano, cuyo nombre ya no recuerdo, pero tanto su apodo como su correo electrónico era Apopompi, así que lo recuerdo con ese nombre en la actualidad. Tanto él como el profesor Jaime (apellido olvidado) quien impartía álgebra, nos enseñaron muchas cosas sobre sus materias, sobre todo a entenderlas y reflexionarlas, descubrí así una pasión inesperada por estas ciencias y sus aplicaciones en los hechos de la vida diaria y durante ese tiempo a usar el sentido común, siguiendo las reglas de su lenguaje, para resolver las incógnitas de ecuaciones o planteamientos teóricos que corresponden a hechos muy reales, en lugar de seguir recetas como el sistema educativo me había enseñado.
Los dos eran grandes aficionados a la literatura y entre instrucciones y ejercicios nos entusiasmaban con anécdotas sobre novelas, películas, ciencia y humor; en su momento el profesor Juan nos contó sobre una novela de Asimov (que ahora sé que es Un guijarro en el cielo) porque le encantaban los detalles antropológicos, la verosimilitud con que describía a la sociedad humana del futuro (en su momento me recomendó también a Luis Spota1) y el profesor Apopompi nos contó sobre la historia de una computadora a la cual se le hacía una pregunta cada cierto tiempo con la esperanza de que resolviera un dilema universal: la tendencia cósmica a la entropía (el desgaste natural energético e irreversible del universo) que enventualmente culminaría en la disolución total del universo. Lo contó de tal forma que incluso tratándose de una charla ya era bastante impactante el final (y les dejo por aquí).
«La última pregunta se hizo, medio en broma y medio en serio, el 21 de mayo de 2061. Eran los días en los que la humanidad salía a la luz. La pregunta nació como resultado de una apuesta de $5 tomándose unas copas, y todo ocurrió así:».
Portadas de la Fundación en la edición de The Folio Society's por Alexander Wells |
El hombre bicentenario y la última pregunta
Tiempo después me toparía con la hilarante versión cinematográfica de El hombre bicentenario (1999), la cual si bien es básicamente un chic flick, me pareció una historia genial durante mi juventud por toda la gama de detalles que van ilustrando el gradual futuro del futuro, así despertó mi interés por Isaac Asimov y sus textos. Lo primero que leí sobre Asimov fueron dos cuentos: El hombre bicentenario (1976) y la última pregunta (1959).
Estas historias me dejaron claro que Asimov era un escritor a quien admirar, cada vez que investigaba más sobre su persona me interesaba más leer alguna de sus novelas pero aún no optaba por ninguno de sus libros, cual niño indeciso me preguntaba por dónde sería más apropiado comenzar. Y no comencé por algún tiempo. En lugar de ello leí mucho sobre su persona, escuché muchas entrevistas y opiniones, incluso leí algunas de las cartas más populares de su carrera2. Una persona admirable con la creatividad y una perserverante sed por el conocimiento que se dedicó a crear varios y estimables volumenes de historia y divulgación científica que mantenían un lenguaje accesible y poco técnico sobre los saberes que se han fraguado en la humanidad, Asimov era un hombre interesado por el progreso humano y su principal preocupación era ponerlo al alcance de todos.
Finalmente iniciaría con el Ciclo de Trantor, una saga más bien accidental, que tras escribir la trilogía de La fundación se conformó aún más compleja tras concretar dos series más, la Serie de los robots y la Trilogía del imperio, anteriores a los acontecimientos que tienen lugar en los volúmenes de La fundación. Ambas crean contextos en los que cuestiona el comportamiento humano frente a eventos y sucesos que implican las tecnologías, Asimov enlazó el mundo de La fundación, una sociedad intergaláctica (donde pocos o nadie recuerda que el ser humano emergió de un primer y único planeta) hasta el mundo tecnológicamente avanzado en el que los robots dieron pie a la revolución sociocultural que motivó la colonización galáctica y esta se vincula a nosotros al confrontarnos de lleno y sin cautela con el progreso de las tecnologías, un poder capaz de alterarlo todo.
Las primeras tres novelas que he leído, representan tres aspectos de la imprecionante ficción que Asimov extrae de nuestra propia esencia, en Yo, Robot nos da cuenta de la complejidad de la mente de los robots, la misteriosa y casi secreta tecnología positrónica; mientras Bóvedas de acero nos muestra la reticencia humana ante la producción de robots, los cuales trascendiendo su rol de herramientas, terminan reemplazando muchas veces a los humanos; así se dará lugar a las historias en torno al imperio galáctico, una sociedad intergaláctica que gradualmente olvida sus orígenes y comienza a forjar su propia secuencia económica y política interpranetariamente, en este mundo se verán muchos reflejos de nuestra historia en la tierra.
Así se abre el paso hacia la historia de la fundación (en proceso de lectura) donde el científico Hari Seldon crea la psicohistoria, una forma de calcular el futuro histórico, y descubre que la estabilidad de la galaxia se encuentra en peligro. Aún estoy por enterarme qué sucederá, ya les contaré.
"¡Hágase la luz!". Y la luz fue hecha.
Como una muestra de su singular personalidad, en un artículo encontré el siguiente fragmento que pertenece a un libro que publica algunas de las cartas más representativas de la vida y obra de Isaac Asimov (Yours, Isaac Asimov: A lifetime of letters de 1996, que espero poder conseguirme), refiere a su experiencia al conocer a Carl Sagan de la siguiente manera:
Sagan ha leído la mitad de mi libro sobre el universo y ha encontrado un error fundamental. En mi traducción de las teorías de Eddington sobre la estructura estelar, hablé de la presión de la radiación. Al parecer, no tenía que haberlo hecho. Afortunadamente, sólo significa corregir una frase aquí y allá.
Pero esto es para lo que necesito a Sagan. Cualquier cosa que él no encuentre, no está ahí para ser descubierta. Si sólo fuera él un poco más rápido al respecto… Yo le dije que me di cuenta de que él estaba muy ocupado, demasiado, pero luego añadí con mi marca de ingenuidad: “Pero entonces, ¿cuál es su trabajo en comparación con el mío?”
Y él dijo: “Usted lo dice que de tal manera que puedo tomarlo como una broma. Pero usted lo dice realmente en serio, ¿verdad?”
Así que hice lo mejor de ello. Le dije: “Sí, así es.”
Un tipo muy inteligente, ese Sagan.
Asimov es un viaje de exploración, te adentra más allá del tiempo y el espacio como un mentor que nos lleva a todos estos mundos, habidos y por haber, para comprender la profundidad de la complejidad humana, un maestro lleno de sabiduría y una grata sonrisa que nos instruye en el camino de la propiocepción con la singularidad de que está al alcance de todos, en sus libros. Asimov está más vivo a través de ellos y su congruencia científica de lo que posiblemente jamás ningún escritor podrá estar.
En general muchas de las opiniones de Asimov son bastante interesantes, si bien hay muchos vídeos que ver sobre su pensamiento y conocimiento; afortunadamente casi todo su pensamiento y conocimiento se encuentra publicado en sus libros de divulgación científica. Aquí hay una muestra sobre su interés por hacer accesible el conocimiento humano, previendo con indudable precisión el efecto que tendría de la tecnología en la humanidad. Yo considero que la transformación de la que habla aún está algunos años (o décadas) por delante de nosotros, pero más importante que eso es que de nosotros depende que su utilidad sea tan provechosa como él la contempla.
1 Escritor Mexicano autodidacta, hasta la fecha sigue siendo uno de mis favoritos. Debería dedicarle un texto uno de estos días.
2 Cartas sobre temas como: la nueva biblioteca en Troy, Michigan, escribir ciencia ficción o su humilde preocupación por la paga que le emitía la editorial.
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