viernes, 12 de junio de 2015

Entrada, Primera Parte (o Por qué no hacer algo mejor de mi vida)


Soy demasiado inconstante escribiendo, pero no creando. Como probablemente ocurra con innumerables personas alrededor del mundo que se sientan frente a una computadora y teniendo los medios a su disposición de manera libre, entusiasmado porque el mundo podrá recibir sus letras.
Hasta que, claro, sabes qué quieres escribir, puedes imaginar todo lo que quieres narrar pero, el tiempo no es suficiente, las palabras no salen de tus manos y en el peor de los casos, no sabes usar todos los dedos en el teclado, por lo que escribes mirándolo de cerca, encorvado sobre las letras, paseando tus índices y alguna vez el dedo cordial de un extremo a otro.

Sí, escribir no es fácil, escribir requiere tiempo, escribir requiere habilidad y práctica. Pero lo que verdaderamente habita en ti, no deja de perseguirte hasta que lo empieces a hacer. Es algo que siempre está ahí, una sombra que constantemente se hace presente con cada cosa que experimentas en la cotidianidad. Puedes ignorarla indefinidamente, el ser humano es el mejor mentiroso sobre la tierra pudiendo engañarse a sí mismo cuantas veces lo desee, pero ¿en cuánto tiempo la sombra se convierte en frustración, en pesar, en una obsesiva compulsión? Por cierto, no es como que todo ser humano esté obligado a tener esta 'sombra', o reconocer si tiene una, vaya a usted a saber qué naturaleza caracteriza este fenómeno tan singular.

Cuando era joven, acompañaba a mi madre en la oficina algunas horas después del colegio hasta que marcaran las cuatro de la tarde, el término de la jornada laboral, me presentó cada vez ante algún compañero de la oficina, observaban mis manos y aseguraban que un día sería pianista y en más de una ocasión pensé que no sabían de lo que hablaban.
Como toda buena madre en los noventas, ella optaba por entretenerme con un block de notas y algunos plumones de oficina, ahí debí darme cuenta de que mi intención era contar historias, digo debí porque aún no lo había notado, en ese tiempo solo había notado algo que precede a toda inclinación: Estaba fascinado por las historias.
En esas libretas dibujaba, porque el lenguaje es más expresivo cuando es ideográfico, escenas de alguna película de Batman, o personas de la oficina, dibujaba lo que mi mente admiraba del mundo. Plasmar imágenes que circulan en mi cabeza fue lo primero que aprendí, el formato era lo de menos, los referentes simbolizados, capturados en el papel eran el medio de un mensaje que aún no se empezaba a definir.
Hice algunos intentos cuando me sentó ante la computadora, a falta de ingenio supongo. Antes de cumplir los diez años, pensé en escribir mis memorias. Es real. Escribí mi nombre y mi edad, escribí que todos pensaban que mis manos eran los de un futuro pianista, incluso me referí en tercera persona, tras dos párrafos y me di cuenta de que no sabía de qué más escribir. Por ese motivo pasé los siguientes cinco años dibujando, afinando mi capacidad para observar todo lo que ocurre alrededor y un día me di cuenta de que tomaba demasiado tiempo.

Por supuesto que había mucho que contar sobre aquellos jóvenes días, podría haber hablado del compañero gay de closet (eran los noventa) de la oficina, cuyo lugar estaba junto al restirador, dibujaba conmigo y me retaba a dibujar una u otra cosa; pude hablar sobre el jefe de mi madre, y su oficina llena de toda clase tipos y posibles suvenires y objetos con forma de rana, un hombre alto y calvo que me aseguraron 'no le gustan los niños' y nunca me sacó de la oficina, ni siquiera las ocasiones en que me vio dentro; podría haber hablado del cuadro estereográfico detrás del asiento del jefe, que todo el personal de la oficina entraba a observar furtivamente para averiguar qué figura se ocultaba en él. El compañero gay sabía, mi padre sabía y yo también llegué a encontrar la figura, aunque ya no tengo esa misma suerte con las imágenes estereográficas, (lo he intentado).
La cosa es que en ese tiempo no tenía las habilidades para expresar, de manera que a mí mismo me pareciera convincente, todo lo que me rodeaba. Aún no era consciente del trasfondo de todos estos personajes para notar la relevancia de cada uno de ellos.

Me tardé diez años más para retomar el proyecto, pero no quería escribir sobre mí, quería escribir sobre otros, quería contar historias fascinantes, historias infinitas, historias que nadie olvidara, incluso si lo intentaran.


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