martes, 23 de junio de 2015

Entrada, Tercera Parte (Magia y bofetadas gratis)




Algunas de las novelas más complejas e interesantes que empecé a leer me las encomendaron en el Cedart, me iban a evaluar así que tenía que leerlas. El nombre de la rosa (1980) de Umberto Eco, 1984 (1949) de George Orwell, Fahrenheit 541 (1953)1 de Ray Bradbury, títulos y autores que hasta la fecha no olvido.
Por mi parte mis primeros intereses en libros se remontaron a best sellers, en un principio novelas conspiranoicas (que a causa de la tacañería de mis padres o la incredulidad de mi petición no leí en ese temprano momento), el hit adaptado del momento (sí, leí la serie de harry potter y también la del viajero intergaláctico) y eventualmente libros divulgativos. De la última parte tiene culpa sobre todo la ciencia ficción.
Tiempo después de las anécdotas de la oficina y el jefe que coleccionaba ranas, mis intereses se tornaron hacia las películas (durante algún tiempo me dediqué a investigar sobre escuelas de cine), en mi infancia vi muchas películas que motivaban esa inclinación como Encuentros del tercer tipo (1977), E. T. (1982),  Volver al futuro (1985-1990),  Total Recall (1990), Jurassic Park (1993), muchas en relación con Steven Spielberg, el primer nombre de cine con el que me familiaricé, gustos deslindados de estos primeros me fueron George Lucas, Ridley Scott, James Cameron, e incluso (aunque me hiera decirlo) Michael Bay2, quienes llevando por las historias que desafiaban la razón, tenían la capacidad de sacarnos de nuestros sillones, sacarnos de nuestros cuerpos y llevarnos a un lugar de posibilidades. Eso me importaba mucho.

Después vendrían todos esos autores ya no tan conocidos, de cine y literatura, vendrían los nombres de culto,  Kurosawa, Anderson, Kubrick, King, Cortazar, Borges, Foucault, Eco, Saussure y una larga lista más; sobre algunos ya he escrito, sobre otros iré publicando. En algún punto, mis novelas favoritas se figuraron en la ciencia ficción, coincidió cuando hice un ensayo (con el cual me evaluaron en una materia de historia de México) sobre la historia de la ciencia ficción y aunque básico resultó ser todo lo que quería escribir. El genero fantástico (entiendase, Harry Potter, el Señor de los Anillos o Game of Thrones) está más cerca de la ciencia ficción de lo que podrías pensar, sencillamente porque no es sólo las historias en las que hay naves intergalácticas y seres de otros mundos, el límite entre la ciencia y lo fantástico es poco claro tanto en la ficción como en la vida, por tal motivo historias de alienigenas ancestrales, las hechicerías y experimentos nazi y películas como Signs (2002) tienen toda nuestra atención, la distinción entre fantasía y ciencia tiene que ver más con la perspectiva que con la realidad.
Desde Frankestein (1818) hasta Interstellar (2014) la ciencia ficción es una mirada a la naturaleza humana. A parte de servir como divulgación científica, se ha ganado un lugar en la literatura por poner en conflicto la identidad, la conciencia y los conocimientos del ser humano a través de sus personajes e historias. La misma Mary Shelley, Julio Verne, Orson Wells, Philip K. Dick, son notables ejemplos, y ni siquiera son la Edad de Oro de la ciencia ficción.
La éopca dorada tiene tres nombres principales: Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein, cuyos textos son siempre y sin lugar a dudas una bofetada a todas nuestras ideas sobre la vida. Con base en esta idea se fueron guiando mis escritos, así como dice Kafka: "Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el craneo, ¿para qué leerlo? Un libro  tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro".

La posibilidad de transformar las cosas convencionales en algo maravilloso es mi definición de magia. Es esto casi cualquier volumen de la literatura humana, pero par mi tanto la ciencia ficción como la épica y como la fantasía, son igual de efectivas. Me parece magia también la manera en que un documental o un libro divulgativo tranforma la manera en que percibo el acto de levantar una taza junto a mi habílidad de articular palabras3. En palabras de Stephen King suena mejor:
¿Qué es escribir? Telepatía, por supuesto. [...] Todas las artes dependen de la telepatía en mayor o menor medida, pero opino que la literatura ofrece su destilación más pura. [...] Me llamo Stephen King, y escribo el primer borrador de este texto en mi mesa de trabajo (la que está puesta donde baja el techo) una mañana de nieve de diciembre de 1997. Tengo varias cosas en la cabeza. Algunas son preocupaciones (problemas de vista, no haber empezado las compras de Navidad, que mi mujer haya salido de casa con un virus); otras, en cambio, son agradables (nuestro hijo menor nos ha hecho una visita sorpresa desde la universidad, y en un concierto de los Wallflowers subí a tocar con ellos el Brand New Cadillac de los Clash), pero ahora mismo tiene prioridad el papeleo. [...] La publicación de este libro está prevista para finales de verano o principios de otoño de 2000. De confirmarse el dato, tú, lector, estarás a cierta distancia cronológica de mí… pero es muy probable que estés en tu propia atalaya, donde recibes los mensajes telepáticos. No es que sea necesario, ¿eh? Los libros son la magia más portátil que existe. 
(Mientras Escribo, Stephen King)
La creación (en cualquiera de sus formas) es magia. La Gioconda es magia, Clair de lune también lo es, alguien en el siglo XVI o en 1905 nos mira desde el otro lado de la obra, se pregunta tal vez qué será de ella, cuantas veces será reinterpretada, cuantos rostros mirarán desde el otro lado. No tienen idea de que un día existirá el internet y su canal telepático será infinito. Magia, tal cual.
Cuando alguien lee uno de mis cuentos y me cuenta (me gusta esa parte) su interpretación, sus ideas, me lleno de entusiasmo. Muchas veces imaginan cosas más asombrosas, muchas veces me enciende su emoción, muchas veces tengo el honor de ser su primera bofetada. Por eso me encanta escribir y me interesa hacerlo cada vez mejor. Porque alguien lee y lo menos que puedo darle es magia.
Más o menos así diría yo que es como llego a donde estoy ahora, escribiendo este tipo de textos, teniendo este tipo de opiniones. Y por si se lo preguntaban, he empezado a practicar piano.



1 La temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde.
2 Me hiere porque inevitablemente me di cuenta de lo misóginas y poco realistas de sus películas, llegando no a ridículas sino lo que sigue, una lástima, logra muy bien los efectos especiales.
3 Me refiero a las neuronas espejo.

viernes, 19 de junio de 2015

Entrada, Segunda Parte (o La dificultad de hacer bien algo)



Probablemente el tiempo que pasé en el Cedart (una pequeña escuelita mestiza, medio SEP medio INBA) influyó en la manera en que comprendo la practica, y el contacto con otras formas de expresiones como el teatro, la danza, la música y las artes plásticas también motivó mi interés por la faceta creativa del ser humano.
En un principio no me gustaba mi 'estílo', mi manera de explicarme. Estar satisfecho en ese punto es lo que toma tiempo y práctica, poder escribir algo que leerías de no haber sido la fuente y lograr ser autocrítico justo porque uno no nace con las palabras en el paladar para producir discursos eminentes por muy interesantes que sean tus ideas u opiniones. Así como dice la frase francesa:

Lo que se concibe bien se expresa con claridad, y las palabras para decirlo vienen fácilmente.[Ce que l'on conçoit bien s'énonce clairement,
Et les mots pour le dire arrivent aisément.]
(Nicolas Boileau, L’Art poétique 1674)

Así que me tomó algunos textos fallidos, algunas pruebas descontroladas e historias poco originales diluidas en el olvido de la juventud llegar a encontrar mi manera. ¿Acaso no es lo mismo que pasaría con cualquier arte? Encontrar tu voz, tu pulso en la música, encontrar tu habilidad, agilidad, tu gesto en la danza, tu trazo característico, un rasgo que distingue tu trabajo del de cualquier otro, una marca indeleble que subyace a todo detalle y elemento. Es algo sensible, reconocible y que nunca termina de mutar junto con tu persona.

El trazo demanda identidad. Lo cual no significa que dicha identidad sea invariable, solo reconocer lo que es uno mismo. De la misma manera que se delimita un territorio o uno se mira al espejo y se observa a consciencia porque identificarse a si mismo en el reflejo (metafórica y literalmente hablando) es dilucidar los limites entre lo que soy y lo que en algún momento sólo pensé ser, lo que no soy. El reconocimiento de uno mismo no es otra cosa que saber lo que eres y lo que quieres, tu pasión y tus límites, que muchas veces pero no obligatoriamente será distinta de la propuesta por la sociedad y la cultura de la que formamos parte. Si bailas para descubrir los límites de la flexibilidad de tu cuerpo o la veocidad de tu mano al tocar una secuencia de notas, dependerá de a dónde quieres llegar para probar ese aspecto de tu personalidad.

El trazo demanda consciencia. No basta atender a los detalles que nos identifican, de los contornos de nuestra persona física y mental sino que ese reconocimiento será mutable a partir de las relaciones que establecemos con lo que nos rodea. Es decir: que si me paro junto a Silverio Palacios seré el güero alto pero si me paro junto a Chris Hemsworth yo seré el chaparro moreno. Así, la identidad antes concretada será reformuladaa partir de sus propias partes para dar lugar al reconocimiento de los demás, mi identidad cambiará constantemente por mis propias selecciones y al distinguirse frente los demás por la simple razón de que somos distintos, y eso es notorio.
Nadie era tan bueno como Picasso, nadie era tan bueno como DaVinci cada uno es su momento histórico y social produjo una forma de hacer el arte, si los dos fueran contemporaneos en la actualidad habría que revalorar su trabajo considerando su mutua existencia y el valor que el momento actual sociocultural les asigna. Ningún hombre es una isla1.



El trazo demanda conocimiento. Saber en algún sentido de lo que hablas, ya sea por la propia experiencia o por la recolección de los saberes en torno. No se puede escribir Moby Dick sin la experiencia de la navegación o las tripulaciones marítimas (nótese que no tengo idea de ninguno de los dos temas), no se puede escribir la Divina Comedia sin una profunda tristeza, culpa y redención, no se puede escribir Jurassic Park (1990) si no te has documentado en los principios de genética (al menos la información disponible hasta los 80s). Ni John Lennon ni Yayoi Kusama sacudirían con su obra a la gente si no hubieran sido atormentados de la manera en que lo fueron, si lo reflexionas un momento puedes sentir en las letras de Lennon el abandono materno pero su parte en los Beatles son claramente una respuesta a ese hueco, puedes notar las obsesiones y alucinaciones de Kusama en sus instalaciones, sus estructuras y ordenes son su respuesta y su regulación.

Conciencia y conocimiento, creo yo, es de lo que habló Ayn Rand cuando le preguntaban sobre la dificultad de escribir una novela2, el reconocimiento de toda una estructura de personas y eventos que orquesta ese fenómeno tan singular que llamamos vida. Young-Ha Kim también habló al respecto del proceso creativo en un video que ya he anclado por aquí hace algún tiempo.
Toma algún tiempo resolver todo esto, sigue mutando con cada experiencia de vida, con cada nueva persona que entra y sale de la vida, con cada acontecimiento que adviene, sólo uno mismo puede dar estabilidad a esas tres facetas.



1 Frase de John Donne, no de Bon Jovi, por cierto.
2 Porqué no, vean la entrevista

viernes, 12 de junio de 2015

Entrada, Primera Parte (o Por qué no hacer algo mejor de mi vida)


Soy demasiado inconstante escribiendo, pero no creando. Como probablemente ocurra con innumerables personas alrededor del mundo que se sientan frente a una computadora y teniendo los medios a su disposición de manera libre, entusiasmado porque el mundo podrá recibir sus letras.
Hasta que, claro, sabes qué quieres escribir, puedes imaginar todo lo que quieres narrar pero, el tiempo no es suficiente, las palabras no salen de tus manos y en el peor de los casos, no sabes usar todos los dedos en el teclado, por lo que escribes mirándolo de cerca, encorvado sobre las letras, paseando tus índices y alguna vez el dedo cordial de un extremo a otro.

Sí, escribir no es fácil, escribir requiere tiempo, escribir requiere habilidad y práctica. Pero lo que verdaderamente habita en ti, no deja de perseguirte hasta que lo empieces a hacer. Es algo que siempre está ahí, una sombra que constantemente se hace presente con cada cosa que experimentas en la cotidianidad. Puedes ignorarla indefinidamente, el ser humano es el mejor mentiroso sobre la tierra pudiendo engañarse a sí mismo cuantas veces lo desee, pero ¿en cuánto tiempo la sombra se convierte en frustración, en pesar, en una obsesiva compulsión? Por cierto, no es como que todo ser humano esté obligado a tener esta 'sombra', o reconocer si tiene una, vaya a usted a saber qué naturaleza caracteriza este fenómeno tan singular.

Cuando era joven, acompañaba a mi madre en la oficina algunas horas después del colegio hasta que marcaran las cuatro de la tarde, el término de la jornada laboral, me presentó cada vez ante algún compañero de la oficina, observaban mis manos y aseguraban que un día sería pianista y en más de una ocasión pensé que no sabían de lo que hablaban.
Como toda buena madre en los noventas, ella optaba por entretenerme con un block de notas y algunos plumones de oficina, ahí debí darme cuenta de que mi intención era contar historias, digo debí porque aún no lo había notado, en ese tiempo solo había notado algo que precede a toda inclinación: Estaba fascinado por las historias.
En esas libretas dibujaba, porque el lenguaje es más expresivo cuando es ideográfico, escenas de alguna película de Batman, o personas de la oficina, dibujaba lo que mi mente admiraba del mundo. Plasmar imágenes que circulan en mi cabeza fue lo primero que aprendí, el formato era lo de menos, los referentes simbolizados, capturados en el papel eran el medio de un mensaje que aún no se empezaba a definir.
Hice algunos intentos cuando me sentó ante la computadora, a falta de ingenio supongo. Antes de cumplir los diez años, pensé en escribir mis memorias. Es real. Escribí mi nombre y mi edad, escribí que todos pensaban que mis manos eran los de un futuro pianista, incluso me referí en tercera persona, tras dos párrafos y me di cuenta de que no sabía de qué más escribir. Por ese motivo pasé los siguientes cinco años dibujando, afinando mi capacidad para observar todo lo que ocurre alrededor y un día me di cuenta de que tomaba demasiado tiempo.

Por supuesto que había mucho que contar sobre aquellos jóvenes días, podría haber hablado del compañero gay de closet (eran los noventa) de la oficina, cuyo lugar estaba junto al restirador, dibujaba conmigo y me retaba a dibujar una u otra cosa; pude hablar sobre el jefe de mi madre, y su oficina llena de toda clase tipos y posibles suvenires y objetos con forma de rana, un hombre alto y calvo que me aseguraron 'no le gustan los niños' y nunca me sacó de la oficina, ni siquiera las ocasiones en que me vio dentro; podría haber hablado del cuadro estereográfico detrás del asiento del jefe, que todo el personal de la oficina entraba a observar furtivamente para averiguar qué figura se ocultaba en él. El compañero gay sabía, mi padre sabía y yo también llegué a encontrar la figura, aunque ya no tengo esa misma suerte con las imágenes estereográficas, (lo he intentado).
La cosa es que en ese tiempo no tenía las habilidades para expresar, de manera que a mí mismo me pareciera convincente, todo lo que me rodeaba. Aún no era consciente del trasfondo de todos estos personajes para notar la relevancia de cada uno de ellos.

Me tardé diez años más para retomar el proyecto, pero no quería escribir sobre mí, quería escribir sobre otros, quería contar historias fascinantes, historias infinitas, historias que nadie olvidara, incluso si lo intentaran.


viernes, 5 de junio de 2015

Zen Pencils. Yo estoy aquí, soy tan extraña como tú.

"Nadie sin un caos dentro puede dar a luz una estrella danzante"
Nietzsche

Tal vez alguien recordará que este texto ya lo había posteado (en español) con un video musical de Matthew Herbert.