Lo primero que noté al iniciar los capítulos fue que están drigidos al lado oscuro de Will Graham y su manera de entrar a la mente del asesino, no piensen mal, es justo el eje de la novela Red Dragon (1981). Figurando perfectamente el miedo del protagonista de descubrirse igual que los criminales a quienes persigue, el mal necesario, el genio sociópata que reside muy dentro de él; la serie aborda la trama desde unos pasos antes, momento en el que ni siquiera Will sabe que lo teme sino que comienza a descubrirlo, también es una precuela al descubrimiento de la naturaleza del doctor Lecter, y la novela Red Dragon para el caso, hacia allá nos dirige la trama aún.
La serie nos presenta los dos lados de la moneda que había mencionado en el post pasado1, y los presente en dos rostros que conocimos a través de los años (por la novela y las películas), pero a partir de un momento que nos había sido vetado: la confrontación de las dos naturalezas, el punto en que se diferencian y se mimetizan. Por tal motivo Hannibal Lecter funge durante los capítulos como un detective y Will Graham es atormentado por una sombra oscura, una naturaleza (una criatura salvaje cornamentada) a la que le teme.
Sin embargo la historia, al final de la segunda temporada, deja muy en claro que no pretende ser ni una precuela a la trilogía ni una nueva adaptación extendida. Los personajes son reformulados en una nueva (presumiblemente actualizada) y torcida forma (Freddie Lounds cambia de género, los Verger podrían haber sido modelos de pasarela), algunos de los momentos icónicos del Dragón Rojo comienzan a tener lugar en una nueva y distinta versión-interpretación de la historia de Hannibal.
Mi primer impresión fue que estaba ante un trabajo magnífico, una gran producción que figuraba fielmente el espíritu del personaje, la danza entre la locura y la razón, el crimen y la justicia, presentado con una elegancia incomparable. Al terminar los primeros 13 capítulos (noten la constante provocación de la serie a los tabúes) me di cuenta de que la serie era algo más ambiciosa, pretendía juguetear un poco más antes de llegar hasta el Dragón Rojo.
Esta versión de Hannibal se autentifica por si sola desde su diseño. Al igual que en los platillos gourmet, degustamos en varios niveles la trama: la presentación, sea por composición o elegancia, que encontramos en la composición de cada capítulo; todos los atuendos de los personajes, las escenografías, la comoposición del color en cada momento y los planos que se exploran al narrar esta historia. De igual forma que el asesino y el detective como figuras literarias y argumentales de la ficción convergen en una dualidad como una misma entidad durante la serie, la delicia y el grotesco convergen en la serie de Hannibal haciéndose prácticamente indistinguibles. En varias ocasiones nos presentaran una suculenta preparación grastonómica y nos preguntaremos si la delicia que observamos fue un ser humano (en algún otro momento será una certeza, pero igual salivaremos).
El diseño de las visiones de Will así como su proyección mental para recrear las escenas del crimen también tiene su lugar en el banquete, toca otros más de nuestros sentidos (ya los romanos se preocupaban por estimular todos los sentidos en un banquete, ahora podemos considerar que nuestro intelecto también participa) para esta composición que, como leímos en la trilogía, rasga los preceptos de la estética, de la moral y de la lógica, reformulándolos. Por una parte me he entusiasmado mucho al ir encontrando una serie seductora, aún en sus momentos más siniestros, probablemente porque la historia torció hacia temas como el control, la cordura y la ética. Foucault gozaría esta serie, seguramente.
Me entusiasma la serie, por su bien pensada manufactura, hasta ahora no había encontrado una buena adaptación a la historia de Hannibal, aparte del accidental Silencio de los inocentes (1991)2, la única (en mi opinión) que se hizo con entera sinceridad y lealtad al discurso de la trilogía. Si bien, Hannibal (2001) es un gran trabajo en su conjunto (las imágenes, la música, las actuaciones), no preserva la esencia, ni de la novela ni de su antecesora. La novela Hannibal Rising así como su adaptación ni siquiera tienen mi mención, la primera es más una respuesta a la demanda de los lectores y productores, la segunda es un compromiso por interés bien cumplido.
Hannibal ha cambiado la manera en que se percibe la naturaleza humana, la idea emergida de la novela ahora se ha encarnado en la serie en su nueva y propia generación; resulta en efecto, la progenie de un personaje que se robó nuestros corazones (y probablemente se lo comió) durante el siglo pasado y ahora encarna indudablemente la herencia de su progenitor. Ya sea en los libros o los episodios, estos dos rostros de Hannibal han resultado ser todo un deleite.
1 Sí ya sé, pero sólo fueron dos semanas (o algo así).
2 Perdona Ridley Scott, perdona Hans Zimmer; fue muy buena pero no fue Hannibal.
Esta está bien. Le falta desarrollar un poco más los argumentos y que incluyas links o datos hacia tus referencias.
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